Primera entrada del año, primera reflexión escrita de este 2013 que acaba de nacer. No se me ocurre mejor manera de recibir el año que animarme a poner negro sobre blanco mis torpes pensamientos, expresados con dificultad y esfuerzo, en el pobre estilo de la prosa que me caracteriza. Pero siempre con la esperanza puesta en que mis propias reflexiones (o mis desvaríos) os inviten así mismo a vosotros a pensar, en un acto (el de la reflexión) tan poco habitual hoy en día que muy pronto será considerado por los poderes fácticos como algo revolucionario, cuando no abiertamente subversivo.
El objeto de mi meditación es la ilustración que tenéis situada más arriba, titulada 'Ciudad', obra del mangaka japonés Shintaro Kago y aparecida en la revista norteamericana 'Vice' (dedicada a las artes y a la cultura pop a nivel internacional). A primera vista, la serie de ilustraciones de Kago aparecidas en este magazine me recordaron, salvando las distancias, a la obra de Miguel Brieva (autor del fancine 'Dinero' y de 'Bienvenido al Mundo: Enciclopedia Universal Clismón'), especialmente en la mirada crítica con el mundo y la sociedad que nos rodea, actitud que ambos autores comparten. Pero aquí terminan los parecidos. La obra de Kago (maestro del subgénero seinen denominado 'ero-guro') discurre por unos parámetros y unos presupuestos artísticos muy alejados de los de Brieva, y más cercanos quizás a los de Miguel Ángel Martín, otro de los grandes nombres de nuestro cómic.
La imagen (en clara perspectiva isonométrica) habla por sí sola, sin necesidad de explicaciones adicionales. Las grandes ciudades, las grandes urbes producto de la globalización actúan sobre el hombre a la manera de enormes picadoras de carne, eliminando las diferencias entre individuos. Homogeneizando a todos los pueblos, todas las razas, todas las culturas. Borrando los rasgos distintivos y característicos que nos convierten en seres únicos, diferentes unos de otros, con personalidad propia. Convirtiéndonos en carne picada, en unos ciudadanos tristes y anodinos, indistinguibles, en esos 'hombres grises' uniformados que desfilaban en la novela 'Momo' de Michael Ende. Todos anónimos, todos mediocres, todos iguales en nuestra insignificancia.
Ese es el ideal de 'ciudadano' de nuestras sociedades capitalistas, mano de obra barata a la que poder explotar libremente. Una masa ciudadana preocupada únicamente en agotar y en consumir los pocos placeres de los que dispone a su alcance. Aborregada, dócil, mansa. Sin molestar ni hacer ruido. Sin protestas ni estridencias. El consumidor perfecto es aquel que no se hace preguntas, que no cuestiona nada, que desconoce los motivos por los que es tan infeliz. Porque la soledad, el aislamiento y la incomunicación son los sentimientos imperantes en nuestras ciudades, en nuestros jaulas de hormigón, en los cubículos en los que malvivimos y en donde nos alejamos de los demás, pestillo mediante. De casa al trabajo, del trabajo a casa. No olvidéis cerrar la puerta con llave.
En las urbes superpobladas de nuestros días, paradójicamente el hombre se siente más sólo que nunca.
Y la única pregunta válida que merece la pena hacerse es a quién pertenece la mano que activa la máquina. Quién gira la manivela de la picadora de carne fuera de plano.
* La obra de Shintaro Kago es publicada en España por la editorial EDT. En el catálogo de Kago destaca poderosamente el manga titulado 'Reproducción por Mitosis', cuya lectura no puedo hacer más que recomendar.
- POST SCRIPTUM:
A pesar de la brillantez de la ilustración de Kago, estos días no he podido evitar en mi subconsciente un incómodo sentimiento de 'dejà vu', de ya visto. Tenía la impresión de que esa metáfora de la picadora de carne no era completamente original, sino que ya la había contemplado antes en otro lugar.
Hasta que finalmente ayer pude recordar dónde la había visto previamente. Nada más y nada menos que en el videoclip del clásico 'Another Brick in the Wall' de Pink Floyd, los reyes del rock progresivo de los 70. La sensación que se le queda a uno después de esto es similar al descanso experimentado después de sacarse una espina largo tiempo clavada.
Por otra parte, la visión expresada por Kago en su lámina es totalmente complementaria con la de Pink Floyd, puesto que en el fondo hablan de lo mismo. El sistema educativo no deja de ser una pieza fundamental del proceso de 'reacondicionamiento' de las personas al modelo productivo capitalista desde su más tierna infancia. Tras pasar por los colegios, todo rastro de creatividad, de originalidad, de iniciativa y de pensamiento crítico y constructivo que pudieran tener los niños (y que en ellos es inherente) les será completamente extirpado. A cambio, sólo se les enseñará a obedecer, a memorizar y a sentir desprecio por cualquier manifestación cultural que pudiera desarrollar mínimamente su intelecto. Haciéndolos aptos por tanto para vivir en el modelo de sociedad que nos han impuesto. Miembros productivos de la cadena de consumo, carne de cañón preparada para ser otro engranaje más de la gran máquina, otro insignificante ladrillo en el muro infinito que sostiene el edificio neoliberal. Otro clavo dispuesto a ser aplastado por la cabeza del martillo de la economía, desfilando orgullosa sobre los restos humeantes de la voluntad democrática de las personas.
Como decían los propios Pink Floyd en otra de sus inolvidables canciones:
- Welcome, my son, welcome to the machine...
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