domingo, 3 de marzo de 2013

NOSTALGIA MÁGICA (II):
THE NEVERENDING STORY



Me van a permitir ustedes que, en un nuevo ejercicio de ombliguismo de esos que me caracterizan (y para los que en el fondo sirven los blogs como este, no nos engañemos) eche la vista atrás y rememore una de las películas que más nostalgia produce entre la gente de mi generación, es decir, la gente que habiendo nacido en los años 70, fuimos niños durante los 80. Como ya sabrán por el título del post, se trata de 'La Historia Interminable', la adaptación cinematográfica a cargo de Wolfgang Petersen del clásico literario de Michael Ende.

The NeverEnding Story se estrenó en España en el año 1985. Por esa época yo tendría unos 7 años, y una tarde de verano, mi hermana (7 años mayor que yo) me llevó paseando de la mano -por recomendación de mis abuelos- al Cine Madrigal (situado en pleno centro de Granada, en la Carrera del Genil, también conocida por los granadinos como la Carrera de la Virgen). Íbamos a ver la película de la que todos los chavales hablaban. Recuerdo que por el camino mi hermana me aleccionaba para que, si me preguntaban en la puerta, dijese al vendedor de entradas que tenía 10 años (no sé si se acordarán ustedes, pero en aquella época se era muy estricto en los cines con las recomendaciones de edad de las películas, que se cumplían a rajatabla, y más de una vez los críos teníamos que soltar una mentira piadosa para poder tener acceso a las salas). Finalmente no tuvimos ningún problema para entrar.

El Cine Madrigal era uno de esos cines chapados a la antigua, de los que sólo exhibían una película por sesión (antes del auge de las multisalas), con una pantalla enorme, gigantesca, de las que te hacían sentir pequeño, situada sobre una especie de proscenio teatral. Una vez que se apagaron las luces y se hizo la oscuridad en la sala, dio comienzo la magia. Aunque debido a mi corta edad no llegué a comprender por completo la película, aquello no evitó que el desfile de imágenes maravillosas que se sucedían ante mi me fascinara (o incluso a ratos me aterrara, como las escenas en las que el lobo perseguía al protagonista Atreyu a través del pantano, por lo que la recomendación para niños mayores de 10 años se demostró más que acertada).

Más allá de los actuales debates cinéfilos sobre la calidad del film (es indudable que la adaptación cinematográfica no alcanza la grandeza del libro, del que solo adaptaba la primera parte), nada de eso podía importar al niño que era yo, que salió encantado del cine después de ver caracoles gigantes, dragones chinos voladores, titanes come rocas o tortugas gigantes milenarias (la entrañable Vetusta Morla).

Y no os lo vais a creer, pero la verdad es que después de verla estuve cerca de una semana tarareando el tema principal de la película (el interpretado por Limahl, que por otra parte sonaba por entonces a todas horas en la radio, en los programas de la recién nacida radio fórmula). Cierto es que de niño no comprendía ni una sola palabra de lo que decía. ¿Pero desde cuando ha evitado el idioma que nos enganchemos a una canción pegadiza?





Hoy en día el Cine Madrigal continúa abierto, sin haber apenas cambiado en todos estos años. Sigue conservando las mismas instalaciones, con la misma costumbre de colocar la cartelería de sus películas (carteles pintados a mano, arte tristemente perdido) sobre la fachada principal.

Aspecto actual (año 2010) del Cine Madrigal, en plena Carrera del Genil.

¿Y sabéis qué? Me parece maravilloso poder pasear por las calles de Granada y tener la posibilidad de decir: 'En este mismo cine, hace 30 años, pude ver tal o cual película'. Algo mágico.

Toda esta historia en plan 'batallita del abuelo Cebolleta' viene a cuento porque actualmente no todos los cines consiguen sobrevivir. Tristemente, en Granada hemos tenido que contemplar recientemente, en apenas unos días, el cierre de una de las salas más emblemáticas y queridas de la capital granadina: los Multicines Centro (antiguo Palacio del Cine).

Los Multicines cuando todavía se llamaban Palacio del Cine.

Los Multicines Centro, situados en la céntrica (valga la redundancia) calle Solarillo de Gracia, junto a la plaza que le da nombre, era una de las salas con más historia de la ciudad, con más de 4 décadas a la espalda. Un cine que había sobrevivido a todas las grandes crisis que durante este tiempo habían atravesado la mayoría de salas de cine españolas: la llegada masiva de cineclubs a principios de los años 80 (con el alquiler de cintas Beta y VHS), la posterior competencia de los primeros canales de televisión privados, la piratería y las descargas ilegales de películas en Internet, la posterior llegada de la TDT... Siempre sobreviviendo a duras penas. Incluso tuvieron que sobreponerse a un incendio en el año 2001 que arrasó por completo sus instalaciones, pese a lo cual se las apañaron para renacer de sus cenizas con más ganas y ánimos que nunca. Y siempre ofreciendo las entradas más baratas y asequibles de todas las salas de la ciudad. En ellos he tenido la posibilidad de ver decenas de películas maravillosas.

Pero a lo que no han podido sobrevivir ha sido a la última subida del IVA al 21%. Esta medida del gobierno ha supuesto el último clavo en el ataúd de un cine que ya estaba muy tocado económicamente, y cuyo cierre el pasado día 25 de Febrero ha dejado a una decena de trabajadores sin empleo, en la calle, a pesar de las medidas adoptadas por ellos. Los trabajadores de los Multicines Centro, muchos de ellos veteranos que ya estaban presentes cuando la sala abriera hace 40 años, permanecieron encerrados en la sala durante una semana como medida de presión para evitar su cierre. Lamentablemente no pudieron evitar el desalojo.


Plantilla de trabajadores encerrados en las instalaciones. Foto del Diario Ideal.

Después de tantos años, un grupo de trabajadores tan pequeño se convierte en una auténtica familia, pese a no haber lazos sanguíneos entre ellos. Desde aquí, aunque sea un pobre consuelo, todo mi apoyo y solidaridad para este grupo de gente que ha perdido su sustento en tiempos tan difíciles, en plena crisis.

Con el actual tipo impositivo del 21% de IVA para los productos culturales, este no será el último cine que cierre en España, sino el primero de muchos. Y cada vez que un cine, una sala de teatro o un museo echan el cierre, no se trata únicamente del cierre de un negocio. Con ellos se cierra una parte de nosotros mismos, de nuestra cultura y manera de ser. Con ellos se entierran nuestros sueños, y lo que es peor, se les niega la posibilidad de tenerlos a las generaciones futuras y venideras. Si la situación no cambia con celeridad, nuestra tierra se convertirá pronto en un erial cultural.

A pesar de todo, me gustaría concluir esta entrada con una imagen positiva, extraída del rico archivo fotográfico del departamento de documentación del granadino Diario Ideal. Es una foto en blanco y negro tomada en la entrada de los Multicines Centro una tarde del 12 de Agosto de 1984, cercana en el tiempo al momento en que fui a ver La Historia Interminable siendo joven. En ella un grupo de niños compran entradas para el cine (y fijaos en que las películas que se exhibían eran 'Loca Academia de Policía' o 'Los Goonies', entre otras).

Una oportunidad para recordarnos tal como éramos, antes de que los propios cines pasen pronto a ser un bello recuerdo en nuestro memoria.


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