Aprovechando que estamos en verano y media España se encuentra cerrada por la canícula (¿hay alguien ahí fuera leyendo esto o estáis todos en la playa?) durante el presente mes de Agosto me voy a dedicar exclusivamente a subir al blog algunas de las fotografías en blanco y negro que hice hace más de 15 años (en torno al año 2000) cuando no era más que un joven y bohemio estudiante de Fotografía Artística en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. La verdad es que me da bastante apuro enseñar algunas de mis fotos en público, porque no son nada del otro mundo, todo sea dicho. No penséis que voy por ahí presumiendo en plan artista; conozco perfectamente mis limitaciones. Por eso las publico durante esta época estival, en el que el número de visitas y la actividad bloguera se reducen al mínimo y nos encontramos casi, casi en familia. Así que durante los próximos 30 días os va a tocar tener que aguantarme hablando de mis fotos, como esa vieja tía vuestra que cada año os visitaba martirizándoos en sesiones interminables con sus fotografías tras la vuelta de unas aburridas vacaciones.
Puede que a los chavales de ahora, acostumbrados a la facilidad de la fotografía digital y a los modernos programas de retoque de imagen, esto que voy a contar les suene a prehistoria, pero lo cierto es que hace 15 años, cuando yo estudiaba, la fotografía todavía era analógica. Eso quiere decir que, para tomar cualquier foto, había que sumergir los negativos en un tanque de revelado y posteriormente positivarlos en una habitación a oscuras con luz roja. Con la ayuda de una ampliadora, el papel fotográfico debidamente expuesto iba pasando de cubeta en cubeta de productos químicos, recibiendo primeramente un baño de revelador, un posterior lavado con agua fría (para eliminar los restos de sales de plata) y finalmente una capa de fijador. Para tomar la más sencilla de las imágenes era necesario un laboratorio fotográfico bastante bien equipado. El fotógrafo era una especie de alquimista que se pasaba el día encerrado a oscuras en su laboratorio mágico, rodeado de pociones y forjando todo tipo de imágenes. A pesar de lo que pueda parecer, no hace tanto tiempo de ésto. Tenéis mi palabra de que todas las fotografías que voy a exponer aquí durante este mes son FOTOGRAFÍAS ANALÓGICAS.
Y empezamos con una serie de tres imágenes a las que en su momento bauticé con el título de "Nacimiento y muerte de una idea en tres instantes" (en aquella época me gustaba ponerles títulos rimbombantes a mis fotografías). En ellas se ve como una bombilla colgante es destruida y estalla en mil pedazos tras el impacto con un candado. Mi intención era obtener una metáfora visual de esos momentos en los que se nos ocurre una idea que nos parece absolutamente brillante, pero que tras ser sopesada unos breves segundos, desechamos por absurda. No era tan buena como habíamos pensado inicialmente.
Aunque en este caso no estamos hablando realmente de fotografías, sino de fotogramas (también llamados rayogramas en honor a Man Ray). Las imágenes no fueron obtenidas utilizando una cámara (no existen, por lo tanto, negativos) sino colocando los objetos directamente sobre el papel fotográfico y exponiéndolos a la luz de la ampliadora. Un curioso ejemplo que nos demuestra que para obtener bellas imágenes fotográficas no es necesario el uso de ninguna cámara. El próximo día, más y mejor.
1. Génesis. |
2. Impacto (candado mediante). |
3. Tinieblas. |
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