martes, 8 de octubre de 2013

CAMBIAR EL MODELO EDUCATIVO



Que el actual modelo educativo necesita ser reformado es algo que no se le escapa a nadie. No hay más que echar una ojeada a los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística para darnos cuenta del deterioro de la calidad de la educación en nuestro país en los últimos 20 años, abarcando todos los escalafones. Una tasa inasumible de fracaso escolar, el abandono temprano del sistema educativo por parte de un alto porcentaje de la población joven, la degradación de contenidos de los planes de estudios, el hecho de que ninguna universidad española se encuentre entre las 100 mejores del mundo, las escasas (casi nulas) posibilidades de inserción en el mercado laboral de todos aquellos universitarios que finalizan sus respectivas carreras, doctorados o estudios de postgrado... Todos ellos son indicadores de que durante décadas -prácticamente desde la Transición- se ha venido gestando un problema con el modelo educativo que finalmente ha terminado por estallarnos en la cara en plena crisis económica, sin que ningún gobierno de uno u otro signo haya sabido (o querido) ponerle solución. Así pues, en estos momentos se produce una situación paradójica en nuestra sociedad, en la que conviven coetáneamente dos generaciones bien distintas: la de los jóvenes mejor preparados de la historia del país (algunos piensan incluso que sobre-preparados) junto a la de aquellos que experimentaron en sus propias carnes las lacras del fracaso y el abandono escolar a edad temprana. Pero hay una cosa que los iguala a ambos: en estos momentos ninguno de ellos es capaz de encontrar empleo. Si la muerte es la igualadora suprema, aquella que trata por igual a ricos y pobres, en España ese título lo ostenta el paro, puesto que deja sin trabajo a todos los jóvenes de la misma manera, independientemente de su grado de preparación.

Y a pesar de la necesidad evidente de un cambio en la manera de gestionar la educación a nivel nacional, soy de los que se manifiestan definitivamente en contra de la polémica reforma que el ínclito señor Wert -a la sazón Ministro de Educación- planea llevar a cabo contra viento y marea con la ley bautizada con su nombre. Porque creo sinceramente que dicha ley va a profundizar aún más en los males que padece de manera crónica nuestro sistema educativo. Porque esta ley, que supuestamente persigue la excelencia académica y el premiar los méritos de los estudiantes (eso que se ha dado en llamar 'la cultura del esfuerzo', algo positivo en principio), nace de base con un tremendo lastre ideológico. La Ley Wert representa en el fondo una enorme carga de profundidad contra la igualdad de oportunidades y el sistema de educación pública, puesto que pretende segregar a los estudiantes en función de la capacidad económica de sus progenitores. O en otras palabras, busca alcanzar el viejo sueño, El Dorado de la derecha: una educación de dos velocidades, para ricos y para pobres. El resto es un disfraz semántico y eufemístico con el que maquillar lo que de otra manera resultaría inaceptable.

Si debemos cambiar, que el cambio sea a mejor. Nunca a peor.

Por eso considero fundamental que todo aquel que esté interesado en cambiar los paradigmas de nuestro sistema educativo -pertenezca a la comunidad docente o no- eche un vistazo a este vídeo. En él, el famoso escritor y educador británico Ken Robinson explica los motivos por los que piensa que el sistema educativo vigente en la actualidad en la mayoría de nuestras sociedades occidentales está equivocado. Sobre la base sonora de uno de los discursos de Robinson frente a un auditorio de profesores, el vídeo despliega ante los ojos del espectador una representación gráfica en forma de cómic de las teorías del orador. El actual modelo educativo se implantó en el siglo XIX, tras la Ilustración, y tenía una función concreta: capacitar a toda una generación de jóvenes como mano de obra cualificada en plena Revolución Industrial. Era un método ideado ex-profeso por y para un sistema productivo concreto: el capitalista. A cambio de introducir toda una serie de conocimientos utilitaristas en las cabezas de los jóvenes, el sistema sacrificaba a cambio la creatividad, la curiosidad y la capacidad de crítica innata de los niños. Se les enseñaba a obedecer, a acatar la autoridad, no a tener pensamiento autónomo ni a desarrollar capacidad de crítica. En otras palabras, se les alienaba, limitaba y lastraba de por vida. Las escuelas estaban diseñadas como fábricas de estudiantes, en las que todos eran homogeneizados como productos, independientemente de las capacidades o cualidades individuales de cada alumno. A pesar de que ya han transcurrido dos siglos desde entonces, seguimos aplicando con nuestros hijos el mismo modelo educativo que era utilizado en aquel tiempo, cuando ni las circunstancias históricas ni la coyuntura económica o social son en absoluto las mismas. El sistema está completamente desfasado.

Ye hemos comprobado que el actual modelo educativo no funciona. Creo que en lugar de quejarnos ha llegado el momento de probar algo distinto, algo que potencie las capacidades de nuestros niños en lugar de lastrarlas. ¿No os parece? Porque sin educación no hay futuro que merezca la pena.


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