lunes, 24 de septiembre de 2012

CUESTIÓN DE PELOTAS


‘Occupy Comics’ es una publicación de aparición irregular que nació recientemente en los EE.UU. bajo el amparo del movimiento social llamado ‘Occupy Wall Street’, que precisamente en este mes de Septiembre cumple su primer aniversario. Este magazine, que empezó como proyecto en el portal Kickstarter, se gestó como una publicación sin ánimo de lucro que sirviera para reflejar de manera artística el ideario político, social y económico del movimiento, es decir, una manera de encauzar de manera sinérgica toda la energía que impulsó a la gente a lanzarse a protestar a las calles y a ocupar los campus de las principales universidades norteamericanas. Dentro de muchos años, cuando nadie recuerde el por qué de todo esto, estos cómics serán el legado que encapsule las coordinadas de un tiempo y un lugar concretos para las próximas generaciones.

Portada de Occupy Comics # 1: 'No son
los rebeldes quienes originan los problemas
del mundo, sino los problemas los que originan
a los rebeldes'
- Carl Oglesby.

Ni que decir tiene que lo recaudado con esta publicación se destina a diferentes obras sociales, y que ‘Occupy Comics’ ha recibido la colaboración desinteresada (ya sea a través de textos, ilustraciones o historietas cortas) de gente tan ilustre como Mike Allred, Steve Niles, Jimmy Palmiotti, Art Spiegelman, Joshua Dysart, J.M. DeMatteis, Ben Templesmith, Amanda Palmer, David Mack, Marc Andreyko, Joshua Hale Fialkov, B. Clay Moore, Darick Robertson o el mismísimo Alan Moore. Y no, no esperéis ver de ninguna manera el nombre de Frank Miller sumado al de los artistas anteriores.


Pues bien, con motivo de la aparición del segundo número de ‘Occupy Comics’ este Septiembre, se ha levantado en los Estados Unidos una enorme polémica debido a la portada realizada por David Lloyd (autor junto al propio Moore del célebre cómic ‘V de Vendetta’). En ella puede verse a V, protagonista de dicho cómic, toreando con su capa a un toro enorme. ¿Cuál es el problema, entonces? Por lo visto, el autor no se ha cortado un pelo a la hora de dibujar los atributos del animal, de un tamaño más que generoso, y cuyo saco escrotal tiene un lugar preponderante en el primer plano de la portada. Y conociendo la mentalidad puritana y conservadora del americano medio, ha bastado algo tan nimio para que se arme la marimorena, y que numerosas organizaciones hayan tachado la portada de obscena, de mal gusto y poco menos que ‘pornográfica’. Ya se sabe, el norteamericano medio es ese espécimen de ser humano que se escandaliza porque en una portada se dibujen los testículos de un animal pero que ni siquiera se inmuta al conocer que en su propio país hay más de 46 millones de pobres de solemnidad (sobre un total de 300 millones de habitantes). Homeless, que dicen ellos. Tantos como toda la población española. 1 de cada 6 norteamericanos vive en la miseria más absoluta. La obscenidad no es un concepto que se encuentre en las cosas de manera inherente, sino que reside más bien en los ojos de quien mira.

Pero, ¿cual es el significado oculto, la metáfora que se esconde tras esta portada de Lloyd?

Muy sencillo, el toro de la portada representa a la escultura del artista italoamericano Arturo Di Modica, llamada ‘The Charging Bull’ (‘El Toro que Embiste’). Esta enorme escultura realizada en bronce está ubicada al aire libre en la ciudad de Nueva York, en el Bajo Manhattan, a la salida del parque Bowling Green, en las inmediaciones de Wall Street, en pleno distrito financiero. Es por eso que popularmente es conocida como ‘el toro de Wall Street’.


El concepto de la escultura se le ocurrió a su autor tras el famoso Lunes Negro de la bolsa de Wall Street el 19 de Octubre de 1987, en el que en el parquet neoyorquino se llegaron a perder miles de millones de dólares, en una jornada tan desastrosa como no se recordaba otra igual desde el histórico crack bursátil de 1929. Sin embargo, pocas jornadas después de tan enorme caída, la bolsa vivió unas fechas de ganancias y de tendencia alcista tan importante como lo había sido el derrumbe previo, con lo que la situación quedó compensada y equilibrada en cierta manera. El dinero, como la energía, no se había perdido, simplemente había cambiado de manos.

Tras este Lunes Negro, Di Modica se decidió a realizar una escultura que simbolizara la fortaleza del sistema capitalista occidental y su capacidad de recuperación, un símbolo de la prosperidad económica y la agresividad financiera de Wall Street. Para ello el artista diseñó esta obra, que captura en un instante congelado en el tiempo la tensión dinámica de un enorme toro embistiendo con ferocidad. La escultura se instaló en su actual ubicación el 15 de Diciembre de 1989. Con el tiempo se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad de Nueva York, tan popular para turistas y los propios neoyorquinos como la mismísima Estatua de la Libertad, y no resulta extraño encontrarse al toro rodeado de gente haciéndose fotos con él de camino a visitar Wall Street.

La portada pues, escenifica el enfrentamiento entre dos símbolos: por un lado el antihéroe anarquista por excelencia, y por el otro el símbolo actual del capitalismo norteamericano.

Lo que ignoran aquellos que se han quejado de la portada de Lloyd es que el artista reproduce los atributos del toro tal cual lucen en la escultura, sin agrandarlos ni exagerarlos en ningún momento. De hecho, una de las tradiciones de los brokers que trabajan en la bolsa es frotar los testículos de la estatua todas las mañanas para que les dé suerte durante su jornada en Wall Street, superstición que se ha extendido también a los turistas, como se ve reflejado en la foto de más abajo (y fijaos en qué parte de la anatomía del toro se encuentra el bronce más desgastado).


De hecho, no resulta extraño ver a muchos brokers del distrito financiero celebrar sus ganancias al cierre de una jornada especialmente rentable en la estatua de Di Modica.

'Mírame, mamá, aquí estoy celebrando que he ganado
mi primer millón de dólares'.

A la vista de las imágenes, no he podido evitar que me viniera a la mente la escena final de la película ‘Los 10 Mandamientos’ de DeMille, aquella en que el pueblo de Israel se construye un Becerro de Oro al que adorar antes de que Moisés arroje las recién adquiridas ‘Tablas de la Ley’ sobre él. ‘The Charging Bull’ es el nuevo ídolo pagano para cientos de brokers y accionistas de bolsa que saltan y bailan desesperadamente a su alrededor, gente que no dudaría ni un solo instante en vender a sus madres, permitir que violen a sus mujeres o sacrificar a sus hijos al nuevo Dios del Capital con tal de tener la oportunidad de amasar otro millón de dólares más. Tal es su avaricia.



Es por eso que durante las manifestaciones del movimiento ‘Ocuppy Wall Street’ del año pasado, la policía neoyorquina tuvo que vallar y custodiar la obra de Di Modica, para salvaguardarla de las iras de los allí congregados, conscientes del valor simbólico que tiene esta escultura. No eran pocas las pancartas de manifestantes que pedían acabar con el neoliberalismo y ‘castrar al toro’  de manera simbólica.



Manifestante con la pancarta 'castrad al toro'.

Porque los símbolos tienen una fuerza extraordinaria, mayor de lo que mucha gente sospecha. Y esto nos conduce sin solución de continuidad a la noticia que ha saltado recientemente a los medios nacionales de comunicación: a uno de los leones del Congreso le faltan los testículos.


Los leones situados a la entrada del Congreso de los Diputados, conocidos popularmente como Daóiz y Velarde en honor a los dos capitanes que dirigieron el levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de Mayo de 1808 contra el invasor francés, son el símbolo de la soberanía nacional del Estado español. Tras el descubrimiento por parte del canal de televisión Historia de la falta de atributos de una de las esculturas, el propio canal elevó una petición oficial al Congreso en la que se ofrecía a restaurar la estatua, corriendo de motu proprio con los gastos derivados de dicha restauración.



Más allá de la simpática anécdota, la situación no deja de ser una metáfora de la situación actual de nuestra democracia: una democracia impotente, castrada y periclitada. Es una democracia nominal, pero no de facto, con un gobierno tan eunuco como el león del Congreso. Necesitamos reformar de arriba a abajo nuestro actual modelo de democracia, para que sea más representativa y sobre todo MÁS PARTICIPATIVA. El que tenemos ahora ya no nos sirve, puesto que se ha quedado tremendamente anticuado y desfasado con el discurrir del tiempo.

En la actualidad el poder ya no reside en el pueblo, reside en los mercados, instituciones que son cualquier cosa menos democráticas, y precisamente la única manera de arrebatarles el poder y que vuelva a residir en el pueblo es MÁS DEMOCRACIA, pero democracia efectiva. Democracia real. Será una tarea ardua, porque los actuales dueños del mundo no van a dejar que se lo arrebaten tan fácilmente, sin oponer resistencia. Ya hemos visto que el símbolo del capitalismo está muy bien dotado, mientras que a nuestra democracia, hablando en román paladino, le faltan huevos.

Al final todo se reduce a una simple cuestión de pelotas.

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