Superman de Alex Ross, retratado como el personaje de un cuadro de Edward Hopper. |
Atención, pregunta: ¿CUÁL CRÉEIS QUE ES LA MEJOR HISTORIA JAMÁS CONTADA DE SUPERMAN? Ante esta cuestión, después de resoplar y meditarlo un poco, sin duda muchos de vosotros responderíais que la clásica ‘¿Qué fue del Hombre del Mañana?’ de Alan Moore y Curt Swan. O quizás ‘Para el hombre que lo tenía todo’, también de Moore y Gibbons. Otros mencionarían ‘The Man of Steel’ de John Byrne, y no irían muy desencaminados. Tal vez los menos citasen la reciente ‘All-Star Superman’ de Morrison y Quitely, o hasta el ‘Superman vs Muhammed Ali’ de Neal Adams. Y todas ellas serían respuestas válidas, puesto que todas son grandes historias, a pesar de ser muy diferentes entre sí. Pero si fuese a mí a quien hicieran semejante pregunta, respondería automáticamente: ASTRO CITY # 1, de Kurt Busiek y Brent Anderson. ¿Astro City # 1? ¿De verdad?… Dejad que me explique.
Creo que no digo nada nuevo si afirmo que Kurt Busiek es uno de los mejores guionistas de cómics que ha dado la industria norteamericana en los últimos 20 años. Obras de diferentes géneros como Marvels, The Wizard’s Tale, Untold Tales of Spiderman, Thunderbolts, Avengers, Arrowsmith, JLA/Avengers, Superman: Secret Identity o Conan The Legend están ahí para acreditarlo. Un auténtico todoterreno. Y donde no llegan los hechos lo hacen los premios. Busiek ha recibido en diversas ocasiones los galardones más prestigiosos del mundo del cómic a su labor como escritor: varios premios Eisner, Harvey, CBG… conforman un currículum realmente envidiable y difícil de igualar. Pero dentro de este maremagnum de grandes obras hay una muy especial que destaca con especial intensidad: Astro City, la serie más personal del guionista, aquella en la que puso todo su empeño y vertió todo su talento.
Para quien no lo sepa, Astro City es un relato coral dentro de una narración río: es la historia de una ciudad ficticia y sus habitantes. En ella tendrán tanto protagonismo los superhéroes como la gente de a pie que habita sus calles. Y entre sus superhéroes se presentan algunos de los principales ICONOS de la cultura popular, tanto de Marvel como de DC, convenientemente disfrazados, aunque no tanto como para que el lector no pueda reconocerlos: Busiek juega inicialmente al reconocimiento de los personajes por parte del espectador. Así pues, en la Primera Familia (First Family), el lector reconocerá fácilmente a los Cuatro Fantásticos (Fantastic Four), en Victoria Alada (Winged Victory) a Wonder Woman … o en el caso de este primer número de la serie, en Samaritan verá reflejado a Superman. Así pues, la de Astro City # 1 sería una historia de Superman SIN Superman. Lo cual no es tan raro. Como estereotipo universal que es, algunas de las mejores historias del personaje durante los 90 o los primeros años del nuevo siglo fueron historias de Superman sin Superman, caso del SUPREME de Moore.
Portada de Supreme # 41 firmada por Alan Moore. |
Astro City # 1 apareció publicado por primera vez en EE.UU. en la editorial Image en Noviembre de 1995, con el título ‘En sueños’. En este primer número Busiek trata de responder a una pregunta hipotética muy sencilla: ¿Qué pasaría si realmente existiese Superman, ese gran ‘boy scout'? ¿Cómo sería su vida en el mundo? A esas cuestiones trataría de dar respuesta el autor en las 24 páginas de esta pequeña obra maestra, a través del personaje de Samaritan (Samaritano, trasunto de Superman).
Diseño de Samaritan, por Alex Ross. |
Busiek ha demostrado más de una vez tenerle la medida tomada al personaje de Superman, con el que ha escrito historias inolvidables. Creo que nunca nadie, ningún autor, ha entendido tanto como él la esencia del personaje, ni lo ha definido mejor que en este relato de Samaritan en Astro City.
Portada de Alex Ross para Astro City # 1. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es... ¡Samaritan! |
El cómic abre con una secuencia onírica en la que podemos observar cómo Samaritan sueña que vuela despreocupadamente entre las nubes, libre de cargas, preocupaciones y aflicciones, hasta que el sonido de una alarma le despierta, sacándolo de su ensoñación. Alerta de tsunami en el sudeste asiático. Rápidamente se pone en marcha y vuela para evitar el desastre.
‘En mis sueños, vuelo. Planeo libre y sereno, riéndome de la gravedad y las precauciones. Las nubes me abrazan como a un amigo y el viento revuelve indolente mi pelo. Me pierdo en el cielo y el sol. Y entonces oigo el ruido… el áspero e insistente tañido que destroza mi paz… y que, una vez más, me arrastra de vuelta a tierra…’
‘El transmisor indica Las Filipinas. Algún tipo de desastre climático… probablemente otro tifón. Volar a Manila sería agradable en otras circunstancias. Hoy, no. No hay tiempo. Nunca hay tiempo.
Llego en 6.2 segundos. Y no es un tifón.’
Esta será tan sólo la primera de las miles de emergencias que se le presentarán a lo largo del día, y a las que deberá atender. El héroe cuenta con un ordenador de tecnología alienígena que automáticamente le alerta de las crisis mientras estas se producen y las clasifica en orden de importancia.
Al mismo tiempo que atiende las diferentes emergencias, vemos cómo Samaritan lleva la cuenta mental del tiempo de vuelo que le ha costado llegar hasta cada una de ellas. La mayoría de las veces, apenas unas pocas décimas de segundo.
‘El ordenador canaliza unas 75 fuentes de noticias: radio, TV, teletipos… y ordena las crisis según su urgencia. Me ocupo de un autobús sin frenos en el centro (menos de un tercio de segundo de viaje)… de un ataque del Dr. Saturday al Ayuntamiento de Denver (1.1 segundos)… y de un casi desastre en los biolaboratorios de la FBU (medio segundo, por evitar el aeropuerto)…’
‘Mientras vuelo de regreso, […] muchas cabriolas en el aire, pero no es lo mismo que volar de verdad. Más de cuatro horas de trabajo y sólo diecisiete segundos de vuelo.’
Al igual que su homólogo Superman, Samaritan tiene una doble identidad secreta, la del escritor y periodista Asa Martin (anagrama de Samaritan). Al contrario que Clark Kent, Asa Martin esconde algo mejor su identidad, de manera más plausible. Además del disfraz de las gafas, puede cambiar voluntariamente el color de su cabello, que pasa a lucir unas elegantes canas.
Debido a su doble vida, Samaritan no tiene tiempo de intimar con sus colegas de trabajo, lo cual repercutirá negativamente en su actividad social, terminando por marginarle. Para la mayoría de sus compañeros Asa Martin no pasará de ser un tipo que piensa que es demasiado importante como para mezclarse con ellos.
‘…Y es hora de almorzar.
- Vamos a probar el nuevo local chino-cubano, Asa. ¿Te apuntas?
- No puedo. Una cita… Ya sabéis lo que es eso.
- [En susurros] Te lo juro, antes pensaba que era un creído… ¡pero parece ser realmente el tipo más ocupado del planeta!’
En algún momento el peso de la soledad se cobra su tributo. En esos instantes Samaritan no puede evitar el aguijón de la autocompasión, sentirse desgraciado y miserable. Especialmente cuando piensa en todo aquello que se está negando a sí mismo, y que resultaría tan fácil tomar. Para alguien como él, capaz de abarcar el mundo.
‘Abro la carpeta. […] Es nuestro artículo anual sobre las 25 mujeres más hermosas de Astro City. Odio este artículo. Odio las fotos. Sobre todo los ojos. El pelo brillante, la piel perfecta… las sedas y terciopelos… se burlan de mí, me recuerdan a lo que renuncio. ¿Cuándo tendré tiempo libre? Para relajarme. Para tener amigos. Una vida. Esas mujeres… tengo sus direcciones, sus teléfonos, sus horarios laborales… ¿cuál de ellas no querría conocer a Samaritan? ¿Cuál de ellas…?
Es casi un alivio que suene la alerta.’
Porque Samaritan no puede permitirse bajar la guardia en ningún momento. Vive en un continuo estado de tensión. Si se retrasa apenas unos insignificantes segundos, a alguien puede costarle la vida al otro lado del mundo. Para él el tiempo, más que oro, son vidas salvadas. ‘Un gran poder conlleva una gran responsabilidad’.
A pesar de ello, Samaritan es consciente de que ni siquiera él es capaz de salvar a todo el mundo. De que mientras está ayudando a conservar vidas en un sitio, otra gente está muriendo en otros lugares sin que él pueda hacer nada por evitarlo. Es como intentar conservar un puñado de arena en la mano eternamente. De manera inevitable los granos terminarán por filtrarse, escurriéndose entre los dedos. Lo único que puede hacer es tomar decisiones, establecer prioridades y tratar de que no le desborde la frustración.
‘Paso la tarde con una fuga masiva en Biro Island (menos de un segundo para llegar)… ayudando al Museo Marítimo a salvar el Sea Blaze, hundido en 1665 ante la costa de Florida (tres segundos)… y con una asustada bolita naranja y blanca en la calle Cicerón. Me retraso (dos segundos) para que la chica me vea con claridad y asegurarle que está bien… y casi le cuesta la vida a un hombre en Boston.’
‘Tomo nota para no desperdiciar así el tiempo en el futuro… y mantengo el edificio en pie mientras lo evacúan. No puedo salvar a todo el mundo. Hay gente muriendo mientras salvo vidas aquí… Pero hago todo lo que puedo.
¿Verdad?’
Incluso a pesar de todo, Samaritan se preocupa de no ser visto por la raza humana como una especia de divinidad o de ‘ser superior’, alguien idealizado e inalcanzable. Es por ello que procura cuidar su imagen pública acudiendo de vez en cuando a alguna serie de actos benéficos y de homenajes, mezclándose con la gente, haciéndonos ver que es igual a nosotros. Para que por comparación no nos sintamos empequeñecidos frente a él, viendo lo insignificantes que realmente somos. Al ser humano no le gusta reconocer que ‘hay gigantes caminando por la Tierra’.
‘Llego a tiempo a una cena. Esta noche es la Asociación de Bomberos. Antes intentaba ignorar estos actos, pero la gente se ofendía… como si dijera que era demasiado bueno para ellos. Así que sonrío y me como el pollo… y pido permiso dos veces durante la cena para ocuparme de sendas crisis. Después estrecho manos, firmo autógrafos en sus cascos y reitero que ellos son los verdaderos héroes. Lo son, no hay ni una sombra de duda en eso…’
Finalmente, después de una larga y agotadora jornada, a Samaritan le gustaría recrearse sobrevolando la Tierra. Pero no tiene tiempo. Nunca hay tiempo. Aún hay cosas por solucionar. Regresa a su hogar literalmente destrozado, con la ropa convertida en jirones, tras haber hecho frente a todo tipo de desastres. Hace recuento total del tiempo que ha podido volar entre misión y misión. 56 segundos. Menos de un minuto de vuelo. El mejor resultado en meses. Cae rendido en el lecho y se duerme antes aún de tocarlo. Se cierra el círculo, y la historia finaliza tal y como empezó. Con Samaritan soñando que vuela feliz y desocupado.
‘Quisiera tomarme mi tiempo para volver. Estoy magullado, agotado, y la Tierra está preciosa entre las estrellas. Pero hay daños que controlar, cosas que reparar, heridos que atender y mucho más. Cuando vuelvo a mi apartamento, es más de la una. Hago balance.
Cincuenta y seis segundos. El mejor día desde Marzo.
Cierro los ojos antes de que mi cabeza toque la almohada. Y me duermo… y sueño… y vuelo.’
¿Qué os parece? Interesante premisa la que plantea en esta obra Kurt Busiek. Un día en la vida de Superman.
Al igual que el titán Atlas de la mitología, Samaritan (Superman) es un hombre que carga con el peso del mundo sobre sus hombros. Es tal la magnitud de la tarea que se ha autoimpuesto y tal su sentido de la responsabilidad que no tiene tiempo para sí mismo, ni para tener vida privada, ni para enamorarse. Vive aplastado, abrumado por ella. Es un hombre CONTRARRELOJ que se limita a ir de un lado para otro evitando desastres sin descanso, un mártir moderno. Su vida es una agotadora carrera sin llegada a meta. Y cuando finalmente se permite unos breves momentos para dormir y descansar (unas escasas tres horas diarias) Superman sueña que vuela.
Imagínate. Un hombre que PUEDE VOLAR sueña que vuela libre PORQUE LITERALMENTE NO TIENE TIEMPO PARA VOLAR. En el fondo, a él le resulta tan imposible volar como a ti y a mí.
Realmente magistral.
Escultura de Atlas. |
Pero claro, toda narración contiene su propia trampa y su propia contradicción, al igual que el sistema filosófico cartesiano sólo tiene sentido gracias a la existencia de un demiurgo. El punto de partida de Busiek a la premisa ‘qué pasaría si realmente existiese Superman en el mundo real’ tiene los pies de barro, puesto que dicha visión sólo sería válida si el personaje conservara el mismo código moral, los mismos valores y la misma personalidad que en la ficción. ¿Qué quiere decir eso?
En la ficción, Superman responde al lema ‘por la verdad, la justicia y el sistema de vida americano’. Por lo tanto, el personaje toma una posición claramente pro-sistema. Superman nunca lucha por subvertir el statu quo, más bien al contrario, es un defensor del stablishment. Sí, es verdad que salva vidas, ayuda a las ancianitas a cruzar la calle y baja gatitos indefensos de las copas de los árboles. Pero también ayuda indirectamente a mantener las injusticias y las desigualdades sociales. Cuando Superman frustra el típico intento de atraco a un banco está tomando postura a favor del mantenimiento de la propiedad privada (el mantra sagrado fundacional del capitalismo y de los neoliberales norteamericanos) y por lo tanto, en el fondo, estaría defendiendo el reparto injusto de la riqueza y a las élites en el poder. Superman es un símbolo del imperialismo norteamericano y su american way of living, y como tal profundamente conservador.
Superman con la bandera americana, por John Cassaday. |
Y ese es el gran ERROR de Superman como personaje. Superman se contenta con combatir el crimen sin desear cambiar nada más, dando por supuesto que los criminales lo son por propia naturaleza, cuando realmente debería luchar contra las CAUSAS que originan el crimen. En la mentalidad maniquea que impera en la ficción actual, los villanos son malvados por el mero placer de serlo, no porque haya motivos que los impulsen a la delincuencia. Superman sólo combate los síntomas de los males sociales, sin llegar a combatir realmente la enfermedad que causa dichos síntomas. Es como si para intentar curar una neumonía nos contentáramos con tratar la congestión nasal con mucolíticos y antitusivos, cuando en realidad lo que necesitamos son antibióticos. No sé si me explico…
Aunque Superman como ente de ficción no siempre fue así. La concepción original de Siegel y Schuster, creadores del personaje, a finales de los años 30 y primeros 40 estaba muy cercana al working class hero, con toda una serie de ideas anarcoides que sorprenderían al lector actual que releyera aquellos añejos números, nada acostumbrado a esa visión de Superman. Superman era el símbolo del hombre frente a la máquina, de la voluntad humana frente a la sociedad industrializada que la asfixiaba, del oprimido frente a los poderes establecidos. Todo eso está presente de manera metafórica en la mítica portada de Action Comics # 1. Aquello fue antes de que los dueños de National Periodical pronto dulcificaran la imagen del héroe, alejándola paulatinamente de su idea de origen y haciéndola más apta para el consumo de los niños, hasta hacerlo irreconocible. En palabras del escritor Bradford W. Wright, autor del libro ‘Comic Book Nation: The Transformation of Youth Culture in America’ (2001), de la mano del editor Mort Weisinger Superman pasó de ser ‘una fantasía social moderna’ a un ‘cuento de hadas moderno’, alejando al héroe de la realidad.
Portada de Action Comics # 1. |
Y ahí es donde niego la mayor, y en donde la obra de Busiek demuestra ser una elaborada obra de relojería ficticia. Terriblemente hermosa, sí. Tremendamente poética e ingeniosa, también. Pero construida sobre supuestos falsos.
Si alguien tan grande como Superman existiese en el mundo real, no se conformaría con amoldarse a la realidad, sino que obligaría a la realidad a amoldarse a él. Cambiaría la historia.
En otras palabras, imagina que fueses un ser casi omnipotente y de una inteligencia desmedida, con un enorme sentido ético y de la justicia. Y totalmente incorruptible. Que estuviese en tu mano acabar con las matanzas en Siria, con las hambrunas en el cuerno de África, con la actual crisis económica y realizar un reparto justo y equitativo de la riqueza en el mundo. En definitiva, acabar con las guerras y con todos los problemas sociales y estructurales del planeta e instaurar una utopía. ¿Te conformarías con jugar a policías y ladrones y con bailarle el agua a todo un sistema político y macroeconómico inmoral, injusto y podrido hasta la médula? ¿Seguirías parcheando la actual situación del mundo, al borde del colapso medioambiental, pudiendo refundarlo desde los cimientos con bases sólidas? La respuesta es NO.
Aunque para ello tuvieses que enfrentarte al sistema y a las élites en el poder y obligarlos a cambiar. Aunque desgraciadamente tuvieses que usar la violencia, el único lenguaje que el hombre respeta de verdad, puesto que nadie entrega sus posesiones sin luchar, aunque sean ilegítimas. Superman no sería antisistema, sino que SUPERMAN SERÍA EL SISTEMA. Y nos obligaría a seguirlo por nuestro propio bien, quisiéramos o no. Seríamos una humanidad tutelada, intervenida.
En ese sentido, la existencia de Superman estaría mucho más cercana a la visión de Mark Millar en la obra ‘Superman: Red Son’ que a la de Busiek. Superman sería el dictador de un nuevo mundo feliz, una Eucracia de mano de hierro en guante de seda en la que el precio de nuestra felicidad sería nuestra libertad. ¿Pero está la libertad sobrevalorada?
Superman: Red Son - El Gran Hermano nos vigila. |
Decía Winston Churchill que ‘la democracia no es el mejor, sino el menos malo de los sistemas políticos’. El gobierno de la mayoría es preferible al gobierno de los mejores porque en el fondo todos somos humanos. Falibles, corruptos, débiles, estúpidos, ambiciosos… Pero si al frente de esa dictadura utópica estuviese alguien con los atributos sobrehumanos, casi perfectos de Superman, ¿no sería la libertad un justo precio a pagar a cambio de un mundo perfecto, un paraíso terrenal? Suena seductor. De alguna manera, sería lo más parecido a la concepción judeocristiana del prometido Reino de Dios en la Tierra (Kingdom Come) y Superman encarnaría por fin esa versión del Dios hecho carne que en cierta forma simboliza.
Es un debate bastante espinoso. Yo no tomo partido ni a favor ni en contra, tan sólo me atrevo a plantear las cuestiones. Habrá quien piense que sí, que sería deseable y que pagaría gustoso ese precio si con ello pudiese eliminar el dolor y la injusticia del mundo. Y habrá quien piense que no y crea que eso es una barbaridad. El hombre debe ser libre incluso para acabar con su entorno medioambiental o para autodestruirse como especie, si así le place. Pero libre.
Afortunadamente, no existe ese ser perfecto que nos ponga en semejante disyuntiva: si obedecer y dejarnos llevar de la mano como niños o arriesgarnos a ir sueltos y con posibilidad de perdernos. Pero libres e independientes.
* Postdata: Agradecimiento especial a Punicher, cuya magnífica reseña de ‘Superman: Identidad Secreta’ de Busiek e Immonen en ‘Los Acólitos de Kirby’ me inspiró a escribir esta entrada.
Gran reseña y reflexión sobre Superman sin Superman.
ResponderEliminarMi historia favorita siempre será la de Moore, las dos que mencionas, que siempre las he visto como una sola, pese a que muchos no les guste.
Un saludo y gran trabajo
¡Muy buenas, Carlos! Bienvenido al blog.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado la reseña.
En cuanto a lo que comentas, ciertamente los dos relatos de Moore son sendas obras maestras (por algo están escritos por el genio barbudo de Northampton). En concreto '¿Qué fue del Hombre del Mañana?' es el mejor compendio de todos los elementos del Superman pre-Crisis que jamás se haya hecho, es decir, de todas aquellas cosas que hacían de Superman un personaje único y también (admitámoslo) un poco ridículo. Algo que sólo un escritor con el conocimiento y el cariño por el personaje que tiene Moore podía hacer.
De hecho, la mayoría de elementos que aparecen en esta historia (como la kriptonita de colores, el perro Krypto, el puesto de Clark Kent como presentador de TV, el suero de Elastic Lad o la Superwoman encapuchada) junto con muchos otros, fueron eliminados por John Byrne en su relanzamiento del personaje post-Crisis, en el intento por simplificar y hacer más atractivo a Superman para las nuevas audiencias. Aunque curiosamente, de una forma u otra, la mayor parte de estos elementos de la mitología del kriptoniano terminaron siendo recuperados por DC en tiempos recientes como parte de su idiosincrasia (en el intervalo de tiempo existente entre Crisis Infinita y el reboot New 52).
¡Un saludo a ti también!